Aunque cada niño es diferente, es natural que sientan cierta incertidumbre y desconfianza a la hora de acudir al pediatra, sobre todo las primeras veces.
Salir de su entorno habitual, acudir a un lugar distinto, exponerse a situaciones desconocidas, son factores que pueden generar cierto sentimiento de amenaza a su bienestar. Como padres, debemos ir trabajando con mucha anticipación todos los conceptos y situaciones que sabemos que llegarán tarde que temprano, para que, llegado el día, ellos estén parcialmente familiarizados.
Pero ¿a qué le tienen miedo exactamente?
Los motivos pueden ser muchos, pero los más frecuentes son los siguientes:
• La información con la que cuentan. Puede ser que ésta no sea suficiente, convincente ni adecuada. Es importante que los niños tengan la posibilidad de generar un vínculo positivo con su pediatra, que lo vean estando saludables en sus consultas de seguimiento y que perciban la comodidad de sus padres interactuando con él para que descubran que no es sólo una persona que aparece en contextos aparentemente negativos (enfermedad, malestar, pinchazos).
• Ansiedad por separación. Para cierto tipo de revisiones o procedimientos, los niños deben separarse físicamente de sus padres y esto los estresa muchísimo, sobre todo a los más apegados. En momentos como la vacunación, se recomienda que los pequeños cuenten con la cercanía de sus padres para reducir esta ansiedad.
• Miedo adquirido. Si tú como padre tienes temor a las inyecciones o te angustia ver a tus hijos llorar, temo informarte que tus hijos percibirán con claridad tu lenguaje verbal y no verbal. Esto puede generarles más angustia, no tanto por la visita al pediatra, sino por percibir tu sufrimiento de forma indirecta. El miedo de los adultos atemoriza a los niños. Trabaja en controlar tus propias emociones. Un adulto seguro y que confía en el médico y en sus decisiones, será el mayor apoyo para sus hijos.
• Bromas y amenazas inapropiadas. Seguramente has escuchado frases como “si no comes el doctor te va poner una inyección”. Los adultos, en un intento desesperado por convencer a los niños de hacer o no hacer ciertas cosas, solemos recurrir a frases relacionadas a médicos, hospitales, inyecciones etc. Esto definitivamente es un recurso educativo inadecuado. Aunque funciona al momento, a la larga puede agudizar el miedo de los niños al pediatra y convertirse en un alma de doble filo para cuando realmente estemos en esa situación.
• La imaginación. Los niños necesitan recibir información adecuada para su edad. Si les explicamos las cosas vagamente dejando ir detalles importantes, su increíble imaginación puede hacer que sobre dimensionen las cosas y que generen fantasías negativas al rededor de ciertos conceptos.
¿Cuándo debo avisarle que iremos al pediatra?
No le avises con demasiado tiempo de anticipación porque únicamente le generas estrés innecesario. Puedes empezar a platicarle del tema un día antes para que se mentalice. También es adecuado explicarle la utilidad de la visita al pediatra y que esa decisión no está en sus manos; sin embargo, para que los niños tengan cierta sensación de control, se les pueden ofrecer pequeñas opciones como: ¿quién quieres que te acompañe? ¿en qué brazo te gustaría que te vacunen? ¿de qué sabor prepararemos galletas después?
Algunos médicos consideran que el niño se muestra más colaborador si sus padres no están presentes, pero los niños necesitan estar con los padres durante las experiencias nuevas y en los momentos de estrés. Hay que procurar permanecer a su lado, pero a cambio tendremos que estar seguros de que mantendremos la calma para ayudar en lugar de perjudicar.
Cuando se trata de una urgencia, lo más probable es que los propios padres desconozcan los procedimientos que se le van a aplicar a los niños y no haya tiempo de prepararlos mentalmente. En estas condiciones, es probable que los pequeños, que no entienden la situación, seguramente se nieguen a colaborar y haya incluso que utilizar la fuerza (no la violencia) para poderle realizar las pruebas.
Ante este panorama se le debe explicar a los niños cuanto sea posible lo que ocurre y permanecer a su lado todo el tiempo que esté permitido. Se les puede acariciar y abrazar para darles seguridad. Si un niño requiere una hospitalización o cirugía, debemos evitar el uso de un lenguaje intimidante como (cortar, coser), explicarles que están ahí para curarse y arreglar un problema pero que no es un castigo y que su cuerpo sanará. También se les puede hablar de las ventajas de los calmantes y de la anestesia para combatir el dolor. Nunca está de más, si el médico lo permite, llevarle algún juguete u objeto habitual en su vida diaria (peluche, mantita, libro, etc.) para que tenga la sensación de tener un trocito de su casa.
Aprovechar los recursos con los que contamos para permitirles comprender el mundo de manera amigable será nuestra mejor herramienta. Considera seleccionar ciertos cuentos, canciones, videos y actividades que te permitan abordar estos temas de forma anticipada. También puedes pedirles que te acompañen cuando te hagas análisis de sangre o deban inyectarte para que, a través tu ejemplo de valentía, puedan enfrentarse con mayor seguridad a cualquier situación.
Dr. Marco Escalante | Pediatría y nefrología